“Mucho te haré sufrir en tu preñez, parirás hijos con dolor, tendrás ansia de tu marido y él te dominará. Malditas, arpías, traicioneras, nos expulsasteis del paraíso allá donde éramos libres, nos obligasteis a morder manzanas y abristeis la caja que contenía los males del mundo, y aún así, tenéis el valor de quejaros, desdichadas. Os gustábamos calladas porque estábamos como ausentes, tan bellas, delicadas, tan muertas. Nos queríais gordas para tener de donde coger, hasta que nos decidisteis delgadas, vomitando en el baño para caber en la talla 36. Nos vendisteis a maridos para ser su propiedad y si no quedaban satisfechos, devolvían el cuerpo. Así, crecimos pensando que hablar era sinónimo de molestar y sentaditas con las piernas cruzadas estábamos más guapas. Nos convencieron de que la grandes decisiones vestían de traje y corbata, sin apenas referencias en las que apoyarnos más allá de las paredes de nuestra casa. Nos queríais a la sombra, en la cocina y a vuestros pies, con la cena lista, sin rechistar y haciendo bebés. Nos queríais putas para comerciar y ponernos billetitos al bailar en la barra del bar. Nunca vuestro agrado, jefes del estado, demasiado pintadas, que parecemos cuadros, maquíllate un poquito para tapar tus granos. Nos apretasteis tanto el corsé que estuvimos a punto de morir asfixiadas y, durante años, fuimos maltratadas, menospreciadas e insultadas, pero hemos revertido vuestras palabras y estamos listas para comer como cerdas sin contar calorías, ladraremos como perras defendiendo a la camada, guardaremos el veneno como víboras ante cualquier amenaza, chillaremos como histéricas para denunciar injusticias. Seremos mujeres públicas ocupando el senado y cazaremos como zorras nuestra propia comida, porque sí, escúchalo bien, una vez más, mujer teníamos que ser”