No tengo tiempo para comprar discos
ni llevar la moto al taller.
No me gusta lavar los platos,
pero alguien lo tiene que hacer,
sin echarlo todo a perder.
Si estoy en casa, a mi familia le da igual,
soy como un perro sin pedigrí.
Como un alcohólico con barra libre de agua sin gas,
un triste enano en el jardín.
El mundo no es para mí.
Los capullos de la oficina
sienten lástima de mi mujer,
voy vestido como un fantoche
y encima me duelen los pies,
y el fútbol empieza a las diez.
Con las manos en los bolsillos
avanzo hacia ningún lugar,
un abismo, un precio justo
que el pasado no me quiso cobrar
y el futuro no me va a perdonar.
