CANTARES
Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre el mar.
Nunca perseguí la gloria,
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles,
como pompas de jabón.
Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse…
Nunca perseguí la gloria.
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar…
Hace algún tiempo en ese lugar
donde hoy los bosques se visten de espinos
se oyó la voz de un poeta gritar:
“Caminante no hay camino,
se hace camino al andar…”
Golpe a golpe, verso a verso…
Murió el poeta lejos del hogar.
Le cubre el polvo de un país vecino.
Al alejarse, le vieron llorar.
“Caminante no hay camino,
se hace camino al andar…”
Golpe a golpe, verso a verso…
Cuando el jilguero no puede cantar.
Cuando el poeta es un peregrino,
cuando de nada nos sirve rezar.
“Caminante no hay camino,
se hace camino al andar…”
Golpe a golpe, verso a verso.
Y NOS DIERON LAS DIEZ
Fue en un pueblo con mar una noche después de un concierto,
tú reinabas detrás
de la barra del único bar que vimos abierto.
“Cántame una canción
al oido y te pongo un cubata”,
“con una condición:
que me dejes abierto el balcón de tus ojos de gata”.
Loco por conocer
los secretos de su dormitorio,
esa noche canté
al piano del amanecer todo mi repertorio.
Los clientes del bar
uno a uno se fueron marchando,
tú saliste a cerrar,
yo me dije “cuidado, chaval, te estas enamorando”.
Luego todo pasó
de repente, tu dedo en mi espalda
dibujó un corazón
y mi mano le correspondió debajo de tu falda.
Caminito al hostal
nos besamos en cada farola,
era un pueblo con mar,
yo quería dormir contigo y tú no querías dormir sola.
Y nos dieron las diez y las once, las doce y la una
y las dos y las tres
y desnudos al amanecer nos encontró la luna.
Nos dijimos adiós,
ojalá que volvamos a vernos.
El verano acabó
el otoño duró lo que tarda en llegar el invierno
y a tu pueblo el azar
otra vez, el verano siguiente
me llevó, y al final
del concierto me puse a buscar tu cara entre la gente
y no halle quien de ti
me dijera ni media palabra,
parecía como si
me quisiera gastar el destino una broma macabra.
No había nadie detrás
de la barra del otro verano
y en lugar de tu bar
me encontré una sucursal del Banco Hispanoamericano,
tu memoria vengué
a pedradas contra los cristales,
sé que no lo soñé,
protestaba mientras me esposaban los municipales.
En mi declaración
alegué que llevaba tres copas
y empecé esta canción
en el cuarto donde aquella vez te quitaba la ropa.
Y nos dieron las diez y las once, las doce y la una
y las dos y las tres
y desnudos al amanecer nos encontró la luna.